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Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos

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Migrantes y ecuatorianos han perdido sus viviendas durante los desalojos. ¿Cómo ejerce su derecho a la vivienda una familia de cinco personas que vive con $200 o $300 mensuales?
Una mujer colombiana cuyo nombre prefiero no revelar (Por razones de seguridad, estrictamente) llego a Ecuador hace una década. Tiene 30 años años, durante cinco ha construido su hogar en la informal cooperativa “Thalía Toral”, ubicada en la vía Perimetral de Guayaquil, al Norte-oeste de dicha ciudad.


Construida con caña guadua, elevada sobre la tierra, su casa se parecía a otras tantas que cubrían el sector. Formada una habitación sola habitación que tenía, antes de ser destruida, la extensión de cuatro por cuatro metros.
Sin servicios básicos, higiénicos o de agua corriente, extraía el agua de un vehículo que pasaba por su casa dos veces por semana; su esposo lleva el agua a las casas del sector en un camión. No tiene un sueldo fijo, recibe entre dos o tres dólares diarios. El mes pasado su vehículo sufrió un accidente, fue encarcelado, pagó los costes de un abogado y además, una multa. Tienen dos hijas.
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Los gritos de sus vecinos la despertaron el 10 de mayo. Llegaron las excavadoras para derribar las construcciones abusivas del sector, le dijeron con distintas palabras. Ella, aun sabiendo que su situación en el sitio, era irregular ya que no posee la plena propiedad de la tierra sobre la que construido su casa, confiaba en las palabras de sus vecinas: “Si no ha llegado la petición de desalojo, no te van a desalojar”.
También le habían dicho que al vivir en el sector, antes del 2011, su vivienda no sería derribada. Ella se quedo porque no tiene otro lugar donde vivir, los bajos recursos antes descritos, no le permiten acceder a otro tipo de vivienda, tampoco podría pagar el arriendo en otra zona de la ciudad.
De su casa quedan una serie de escombros, pilas de madera, clavos, huecos de pozos, astillas y desperdicios que hace menos de un mes, aun eran casas. 1.2000 policías y 255 militares construyeron este cuadro, cuando derribaron 420 edificaciones irregulares. La familia de la mujer colombiana, vio con impotencia como su cocina y refrigeradora resultaron gravemente dañadas durante las operaciones de derribo.
Sin casa, no tenia donde pasar la noche con su familia. Toda una tragedia tropical en medio de Monte Sinaí.  Con otras dos familias, colombiana y ecuatoriana respectivamente, construyó una pequeña carpa entre los escombros. No podríamos decir que se quedaron a dormir ¿Quién podría hacerlo en medio de cañas, bloques y polvo extraído del cemento?. Las tres familias pasaron la noche-Con sus hijos menores de edad-cuidando sus escasas pertenencias de los ladrones que recorrían el lugar esa noche. Ninguno tenía otro lugar para dormir
La mujer colombiana no tiene parientes en Guayaquil, todos viven en Colombia. Transcurrieron los días, pasando cada jornada casi a la intemperie hasta que un día, no llegaron los ladrones sino los policías, que destruyeron su carpa.
El aire de Monte Sinaí se llenó de humo, las casas destruidas formaban volúmenes espesos sobre el ambiente. Los moradores quemaban las pertenencias que ya no entraban en el camión, también se produjeron pequeños incendios porque la Policía, durante la noche, los prendía para empujar a la gente, a marcharse.
A causa de este humo persistente, una de las hijas de la mujer colombiana que tiene  sólo 9 meses de edad, tiene los ojos gravemente enfermos, que se tornaron rojos, provocándole interminables llantos. La niña no tuvo otra opción, destruía sus ojos o abandonaba a su madre. Sus padres la dejaron en la casa que recibió temporalmente en préstamo una de sus tías, que también perdió su hogar gracias al ejercicio de una maquina retro-excavadora.
En medio de la pobreza, no han faltado las muestras de generosidad. Un vecino les presto la modesta casa de caña que posee, construida frente a los escombros, lo único que le queda, a la mujer colombiana. El propietario, más afortunado que ella, será reubicado a Ciudad Victoria, plan habitacional del gobierno. Su casa será derriba en un mes, dice.
Once personas forman parte de las tres familias que durmieron varias noches en la calle. Todas viven en una casa compuesta por una sola habitación y tienen poco tiempo para dejar este refugio provisional. No tienen ninguna posibilidad, debido a su poder adquisitivo, de vivir en otros sectores de la ciudad y sus ingresos son tan bajos, que no podrían costear un arriendo.